domingo, 6 de noviembre de 2011

“Soja, productividad de la pobreza”: Melià




  

La lluvia daba un aire místico a la abadía(pero no era una abadía). Atravieso el pasillo al encuentro de aquel bibliotecario que detenta los secretos de la lengua guaraní. Pero no era ciego, de modo que no podía ser tan peligroso. El pa'i Melià ya aguardaba con algunos libros y archivos digitales para dar sustento documental a su intervención. Detrás de su escritorio se encontraba un estante, donde se seguían en hileras varios volúmenes que versaban sobre cultura guaraní e historia de la orden jesuítica. Pensé que tal vez ahí estaba la entrada al laberinto que escondía la biblioteca secreta. La Novena impregnaba de una sombra oscura el estudio. Recuerdo escenas de dos filmes. De pronto apaga la música...

Pues bien, estamos aquí por aquel editorial de ABC Color, Falsos prejuicios contra la producción sojera, en el que se refieren a las críticas que usted realizara, días después de haber recibido el premio Bartolomé de las Casas, contra la devastación del medio natural de los indígenas silvícolas provocada por el cultivo de la "maldita soja".

El diálogo tiene cierta construcción inusual en el sentido de que toda la entrevista-conferencia es respuesta a la primera y única pregunta. Luego fui agregando las que no fueron formuladas –debido a que la contestación ya podía colegirse de su informe–, otras ficticias o posteriores a fin de organizar el texto en partes.

–El diario ABC Color había editorializado sobre sus observaciones respecto a la destrucción de los hábitats nativos como producto de la expansión de las fronteras agrícolas, calificándolas de injustas, prejuiciosas y apresuradas.
–Le agradezco mucho esta entrevista en la que me preguntan sobre la cuestión de la soja e indígenas. El editorial de ABC del sábado 22 de octubre de 2011 es una construcción o un texto sobre todo ideológico. Precisamente después de alabanzas inmerecidas a mi trayectoria intelectual, que son las que habían motivado la concesión del premio Bartolomé de las Casas, me atribuye falta de conocimiento en la cuestión de la soja, la deforestación y la productividad (de la leguminosa). En primer lugar, tengo conocimientos del Alto Paraná, concretamente, y de partes de Canindeyú, desde los primeros meses de 1969. Es decir, más de cuarenta años. Por lo tanto, cuando hablo de deforestación, sé de qué hablo.

Por otra parte, la deforestación no son solo números, sino modo y calidad de vida. En este sentido, el Alto Paraná ha sido destruido y no hay argumento válido para justificar esta destrucción (y hoy se ve todavía más que hace unos años y hasta ayer). Esta destrucción es también la destrucción de los pueblos indígenas que están ahí desde tiempos anteriores a cualquier colonización. Fui autor, junto con el general Bejarano y Balbino Vargas, del informe sobre comunidades indígenas en el Alto Paraná en el año 1976, precisamente para Itaipú Binacional, que lo encargó por mandato del Banco Mundial. Este informe está en los archivos de Itaipú. La deuda histórica y económica que esta tiene  hasta ahora con los hábitats y tekoha de los avá-guaraní paranaenses no está saldada. El territorio avá-guaraní fue usurpado, robado, deforestado y destruido. La Industrial Paraguaya, con una compra carente de toda legitimidad, se adueñó de tierras que no podían ser vendidas.

–El Estado paraguayo
–El Estado paraguayo, a más de 100 años de la consumación de este ilícito, ya tendría que haberlo revisado. Las tierras de la casi totalidad del Alto Paraná siguen perteneciendo al pueblo avá-guaraní, cuyos títulos legítimos y hoy reconocidos por la Constitución son anteriores a la misma existencia del Estado paraguayo. Se añade a esto la agravante de que el Estado no cumplió con el compromiso de asignar estos territorios a los avá-guaraní. Estos tienen derecho delante de la justicia, sino es la paraguaya, que ya ha dado demasiadas muestras de su falta de juicio –y no digamos de sensibilidad ante el problema–, hasta delante de un tribunal internacional. Esto vale para tierras tanto del Alto Paraná como para territorios indígenas en Caaguazú, Canindeyú, San Pedro, Amambay e Itapúa. Esto, que a alguno le puede parecer nuevo, es archiconocido en los libros de Carlos Pastore, La lucha por la tierra en Paraguay, y en los trabajos de Kleinpenning, que recurre a fechas y mapas para mostrar la magnitud del desastre ecológico y económico del Paraguay.

–¿Cuál es el beneficio que reporta la soja?
Es en ese contexto en que hay que situar la cuestión de la soja, la deforestación irracional y abusiva, la improductividad que representa su cultivo y otros rubros de la agroindustria para el país. A ello hay que añadir los datos de destrucción humana, cultural e incluso lingüística, que incluye expulsión de comunidades indígenas y campesinas de su hábitat tradicional, con gravísimos perjuicios sociales, pero también económicos para el país. También hay que agregar que los aportes mínimos y bajísimos que representa a la economía son tan ridículos que, más que reír, hacen llorar.  

–El diario sostiene que este rubro solo ocupa un 6% del territorio y que del problema de la deforestación son más culpables los indígenas y campesinos.
A propósito de cifras, las que yo manejo de manera muy concreta coinciden en sustancia, que son las que fundamentalmente da a conocer el Dr. Andrew Nickson. La soja, por ahora, se desarrolla en la Región Oriental y ocupa aproximadamente el 17,5%. La cifra de 6% es una manipulación ideológica. “El porcentaje ocupado en la Región Oriental es relevante porque es aquí donde vive el 97% de la población”.

Hay que decir incluso que ahora no son 2.500.000 ha de cultivo de soja, ya que este año serán 3.000.000, lo que hace exactamente el 20%. Y conste que esta cifra se refiere solo a lo cultivado, ya que un mediano o gran propietario sojero no cultiva toda la tierra que tiene con soja, con lo cual se debe presumir que al menos la cuarta parte del territorio de la Región Oriental está ocupada por sojeros. El argumento de que parte de la soja es cultivada en campos y pasturas lleva a la cuestión de preguntarse hasta qué punto estas pasturas no son montes deforestados. Y ahí no se puede olvidar que el uso de pasturas en el cultivo de la soja ha trasladado al Chaco otro problema de consecuencias también catastróficas.

El diario ABC Color del 3 de junio de 2010 nos informaba que la deforestación en el Chaco alcanzaba hasta 500 ha por día, proceso que continúa todavía en 2011, según el mismo diario. O sea, el 13 de octubre de 2011 se daba la noticia en el mismo diario de que en el Chaco se alcanza la cifra de 1.200 ha deforestadas por día. Esto precisamente porque la ganadería de la Región Oriental ha pasado a ese Chaco en el cual hay también proyectos agroindustriales de capital extranjero (brasileño, uruguayo, alemán, etc.) que se han trasladado ahí.

Estas cifras, que ciertamente no pretenden ser un estudio completo, son un indicativo de la gravedad de un verdadero delito ecológico y contra la población paraguaya, que no se beneficia casi en nada en este proceso. La destrucción ambiental no se limita a la pérdida de la biodiversidad. Hay erosión de los suelos, hay desgaste de la fertilidad de la tierra, hay mayor dependencia de fertilizantes químicos, las aguas superficiales están contaminadas y es preocupante la contaminación subyacente del Acuífero Guaraní subterráneo. Esta cuestión de cifras se desdobla trágicamente sobre la población humana. Nunca como en los últimos años ha habido tanto desplazamiento de comunidades indígenas y campesinas como ahora. La indignación de estas poblaciones pretende ser acallada mediante prejuicios que me atrevo a llamar de carácter racista, lo cual es un delito. Es un tema sobre el cual tenemos que volver.

–Los títulos de propiedad y los impuestos.
–Agradezco que el editorial de ABC del 22 de octubre haya sido el disparador de un debate, que no tiene que quedar en mero debate intelectual, sino llevar a una revisión efectiva del origen de los títulos de propiedad, de su validez, de leyes tributarias que deben aumentarse proporcionalmente a la extensión de esas propiedades y el tan necesario Impuesto a la Renta Personal (IRP). Ya es hora de que, en pleno siglo XXI, se impongan tributos e impuestos sobre la propiedad de la tierra, como se hace en la mayoría de los países. La sustracción de este tributo al país, a pesar de las deficiencias de leyes justas, coloca a los sojeros en el límite del delito.

De momento, el cultivo de la soja es uno de los rubros más improductivos para el bien del país, como lo era y todavía lo es el negocio de la madera. Por este camino el aumento de la pobreza en el Paraguay será cada día más alarmante y no solo por una cuestión de cifras, sino por el dolor de personas a las cuales se les niegan derechos fundamentales por el despojo que estas formas de agroindustria producen. Si hay productividad, es productividad de pobreza lo que hay en el Paraguay.

La entrevista fue realizada en el Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos (ISEHF), Asunción, en la mañana del sábado 5 de noviembre de 2011.

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