domingo, 20 de marzo de 2011

EDUCACIÓN SIN GANANCIA MONETARIA




El periodista Oppenheimer ha escrito una columna que simpatiza con la contrapropaganda socialista, utilizando argumentos contradictorios y que chocan con la inteligencia de cualquier ser comprometido con su realidad.
Considera que el gobierno de Cuba puede solventar los estudios de miles de estudiantes latinoamericanos porque es una dictadura, y como tal el único recurso que tiene es realizar propagandas de la bondad de su gobierno que permitan provocar la generosidad de los demás pueblos americanos. Pero es ridículo pensar que los Castro inviertan en educación de extranjeros para mantenerse en el poder. ¿Acaso no sería más fácil facilitar un modelo económico como el neoliberal para gobernar sin que nadie los moleste? – ¡y hasta Norteamérica ya no sería su sombra funesta!– Cualquiera que conozca la historia y quién es Fidel y Alarcón jamás se le ocurriría semejante idea.
Es cierto que tal actitud del gobierno cubano es una propaganda del ideario socialista, pero jamás fue una imposición, y, por otra parte, se la está cuestionando como si el hecho de colaborar con la educación fuese un negocio político.
Oppenheimer se olvida de justificar su afirmación de que el socialismo de la isla es una dictadura, y que por tener ese rótulo hasta la ayuda más significativa para estos tiempos –como lo es en la educación- es un defecto. Solo se jacta de estar a cargo de un análisis somero, superficial y deshonesto y que contribuye a la desorientación del individuo. Parece que hay que hacerle entender que la palabra democracia tiene un contenido y que no es una determinación consensuada por unos cuantos países ricos que conforman el consejo de Washington. Porque pareciera que ya no importa lo que se haga en un país, porque siempre será democracia o dictadura según la calificación que haya recibido de los demás.
Usando las mismas palabras de este periodista, siendo Cuba un país muy pobre, debe haber una intención implícita superior como para que la isla esté peleando hombro a hombro con los EE. UU. como destino principal de los estudiantes latinoamericanos; pero voy a corregir ciertas expresiones de su artículo porque creo que hay incorrecciones intencionadas. Una de ellas es que no pelea hombro a hombro, porque Cuba solventa integralmente los estudios de los estudiantes, excepto el viaje de ida y de vuelta; mientras que Norteamérica solo el 0,5 % de los 623000 estudiantes que están en dicho país reciben algún tipo de ayuda. ¿Esto es para Oppenheimer igualdad?
Otro punto siniestro del artículo es su opinión con respecto a la educación que reciben los estudiantes en la isla; dice que por ser marxista la filosofía de vida del pueblo cubano los conceptos, teorías, así como las prácticas propias de la profesión no sirven porque, según su mentalidad empresaria, son obsoletos para la inserción laboral en el mundo mercantil y rapiñero, que es casi la totalidad del planeta. Hay que aclarar que hay un grado de verdad en esta afirmación, pero no está bien explicado el contexto oracional. No es mentira que la ideología que se desarrolla en la isla choca con los ideales perseguidos en los demás países y que no contribuye para nada con el modelo tan instalado en las vidas de muchos habitantes de la tierra. También es cierto que el mercado laboral no acepta a hombres educados y realizados porque se hacen más exigentes y organizados en la lucha de sus derechos. Tampoco el vivir cotidiano en Cuba favorece a la fijación de los roles alienantes en los ciudadanos, en cuanto al relacionamiento con los dueños y administradores del poder, y que de alguna manera pueden permitir una apertura mental en los estudiantes que los haga cambiar el mapa social cuando regresen a sus países. Entonces, podemos decir que el análisis de Oppenheimer aquí es correcto, pero le faltó agregar que la educación en Cuba no sirve para los intereses del mercado, pero sí, para la realización del ser humano en la búsqueda de la tan anhelada dignidad e igualdad.
Es evidente que la preocupación de Oppenheimer, como portavoz del capital, es calumniar cualquier conducta constructiva que tienda al desarrollo integral del ser humano. Pero molesta que trabaje por sus ideales sin ningún argumento sólido y contundente como para tratar de calumniar a toda una gran nación, como es la de nuestra hermana Cuba. Dedicar un apartado en el Miami Herald para denostar a la Isla por ayudar el jóvenes en su educación es ya demasiado burdo y constituye un atentado a la conciencia de los todavía conscientes.
Para cerrar este artículo, quisiera desenmascarar esta propaganda neoliberal usando el propio argumento de la misma. El texto dice que es difícil que el congreso de Norteamérica pueda sancionar una ley que permita ayudar a los estudiantes latinoamericanos en su educación, porque existe en el país muchos ciudadanos norteamericanos que no pueden estudiar. Ahora, si un país del primer mundo que se ensalza mediáticamente como el más democrático de todos, y admite que no puede cumplir en su jurisdicción y territorio con un derecho fundamental como es el acceso a la educación, y por otro lado denuncia que otro país por poder cumplir con esa obligación –y además gratuitamente– colaborar con otros países en ese compromiso tan humano y necesario, es claro que patalea porque no le quedan recursos para defenderse.
¿Cómo puede el gobierno norteamericano explicar ese déficit en su propio país y al mismo tiempo entender que Cuba, bloqueado económicamente más de 40 años, resolvió la problemática educativa y le sobra para pensar en los demás países en ese respecto? La contundencia de las premisas dicen que Fidel no piensa en el poder del dinero, sino en el poder de la palabra y de la inteligencia humana –nada más democrático y sincero. Así que si seguimos creyendo que no se puede ayudar porque dicha conducta no trae dividendos, es posible que cerremos las puertas a las voces más sinceras y nos convirtamos en inquisidores de los inocentes –hoy cubanos- que luchan por cambiar paradigmas.
Poner en la balanza al capital y a la educación es una ridiculez y solo puede convencer a ciegos e inconscientes. ¿Cuándo se dará cuenta Oppenheimer que los latinoamericanos no somos más los de antes de la conquista; que la empresa no es el fin sino un instrumento para alcanzar otras metas más universales, como por ejemplo, la educación del hombre – la de todos no solo la de los burgueses.

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