Wole Soyinka fue el primer escritor africano en obtener el Premio Nobel, pero siempre estuvo muy lejos de la imagen del escritor canónico. Se trata de un verdadero vitalista que se aventuró en la política, la vida cotidiana y los mil laberintos que le propuso la dura realidad de Nigeria. Partirás al amanecer es el último volumen de sus memorias, una autobiografía donde lo histórico y lo personal se entrelazan de manera absoluta.
Wole Soyinka, primer Premio Nobel de Literatura africano, dramaturgo, narrador, docente y poeta, jamás llevó un diario, de modo que cada vez que escribió sus memorias, repartidas en varios volúmenes, debió recurrir a recuerdos traicioneros, material de archivo, y estudiosos que le aportaron material. En 1981 publicó Aké, la recreación de su infancia en Abeokuta, Nigeria; en 1994 Ibadan, The Penkelemes Years recuerda su adolescencia signada por la independencia de su patria; en 1972 reconstruyó su experiencia como preso político –dos años en prisión, la mayor parte del tiempo en una celda de aislamiento– en The Man Died. Partirás al amanecer (You Shall Set Forth At Dawn) es la última entrega de sus memorias, publicada en 2006, cuando el autor tenía 72 años, y acaba de aparecer en castellano con una notable y bienvenida traducción de Marcelo Cohen.
O quizá no. También podrían sumarse como momentos lisérgicos su búsqueda de la Ori Olokun, la perdida cabeza de una deidad mayor yoruba que, según le aseguran investigadores de la Universidad de Ife, se encuentra en Brasil; hacia allí parte el profesor Soyinka, se roba la cabeza de una colección privada en Bahía, descubre muy tarde que no es la original, y vuelve a intentar la recuperación del objeto sagrado ¡en el Museo Británico! O su participación en el festival de teatro de Siena, Italia, cuando para levantar la moral de la troupe decide traer desde Nigeria un eta (animal típico del país) para hacer un asado: la carne congelada, fruto de la caza, consigue pasar, milagrosamente, todos los controles aduaneros. O la entrada a Lagos –ex capital de Nigeria y todavía su centro comercial– en 1993, durante una brutal rebelión popular tras un fraude electoral, con el tráfico aéreo interrumpido, toque de queda y todas las actividades paralizadas, Soyinka entró en taxi, solo con un chofer medio loco, atravesando cada barricada gracias a su poder de persuasión y su fama (en su país es, sencillamente, el Profe): “Paramos a uno para preguntarle cómo se llegaba a Agege. Señaló hacia una dirección y nos previno: ‘Pero no hay que ir allí’. ‘¿Soldados?’, pregunté yo. No. Aquellos eran de la Policía Móvil, los ‘mato y me voy’, también conocidos como POMOs. Sólo en aquella zona habían matado a seis. Si doblábamos por la primera calle, veríamos los cadáveres; habían aparecido disparando como locos”.
De Kingston a Estocolmo, de Roma a Londres, de Atlanta a Benin, de Nadine Gordimer y Chinua Achebe a Stephen Spender y W. H. Auden, Partirás al amanecer también cuenta con los roces sociales típicos de un Premio Nobel, pero son los momentos menos atractivos del volumen. Lo más notables son todos esos nudos en los que se juega la vida y el destino, que definen qué es ser un intelectual comprometido y cuentan éxitos y fracasos que son los de Nigeria pero también los del continente africano y, en un sentido amplio, los de esa región que para bien y para mal llamamos Tercer Mundo.
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