sábado, 6 de noviembre de 2010

LA MIRADA FRANKFURIANA DE ERNESTO SÁBATO


LA MIRADA FRANKFURIANA DE ERNESTO SÁBATO


Uno de los grandes aportes que hizo este escritor fue el análisis del papel principal de la ciencia en la construcción de la sociedad actual. Presenta en sus obras a la ciencia moderna que rechaza el conocimiento contemplativo, ciencia positiva que descansa en el utilitarismo burgués.

Sábato reconoce el déficit epistemológico de la ciencia y que puede ser salvada por el arte, que más allá de la preocupación estética, es la representación más fiel de la realidad porque abarca todos sus rincones.

Las figuras fanstasmales que aparecen en sus obras representan al mal, lo oculto y lo desconocido en la realidad, y que solo puede ser revelado por el arte.

Una de sus mayores obsesiones es el conocimiento de la realidad última del hombre que permita liberarlo. Confía en crear un nuevo orden social originado en el arte.

Ernesto Sábato en su primer ensayo Uno y el Universo (1945) deja sentado su retiro de la ciencia (laboratorio Curie) porque  ella es incapaz de responder al sentido de la existencia del hombre y es además la responsable de la crisis del siglo. Por ello retoma su compromiso asumido en Francia  cuando con el círculo surrealista de Breton acuerda renunciar al escapismo de la ciencia y de las formas puras que olvidan las pasiones y le dejan a uno indefenso con sus fantasmas.

Para Sábato la ciencia no es un lugar de respuestas sino de evasión: una torre de marfil, un paréntesis en que la vida quedaba al margen olvidada entre teoremas y  números.

La ciencia identifica lo objetivo con lo verdadero y excluye al sujeto en su proceso de abstracción. “El hombre no es razón pura, sino una oscura, una misteriosa, una atribulada mezcla de razón, emoción y voluntad; una dramática pero maravillosa combinación de espíritu y materia, de alma y cuerpo. La ciencia pretendió desconocer esta condición, que es la condición humana”.

Pasa que nuestro escritor presencia el derrumbe de la civilización occidental en donde se cuestiona la noción de realidad.  Las obras de Marx, Freud y Nietzsche atacan a la razón pura y las viejas convicciones para abrir las puertas  de una existencia más profunda (Jasper).

La realidad tiene más dimensiones de las que en principio se había pensado. Octavio Paz había dicho ya en 1954: Día a día se nos hace más patente que la casa construida por la civilización occidental se nos ha vuelto prisión, laberinto sangriento, matadero colectivo. No es extraño, por tanto, que pongamos en entredicho a la realidad y que busquemos una salida. El surrealismo no pretende otra cosa: es un poner en radical entredicho a lo que hasta ahora ha sido considerado inmutable por nuestra sociedad, tanto como una desesperada tentativa por encontrar la vía de salida. Es por eso que esta literatura comprometida con el hombre desciende al “yo”, al inconsciente, y se produce una desconexión lógica en el relato y donde se presenta al “otro”.

El error del surrealismo –había dicho Sábato- fue su incapacidad de reconstruir un mundo que había dejado en ruinas.

Como Ortega y Weber dijeron: la función principal del arte es salvar al hombre de la presión que sobre la vida diaria ejerce la racionalización.

La Vanguardia es el primer movimiento que se sitúa contra la institución arte entendida como comercio institucionalizado de la sociedad burguesa.

Sábato distingue humanidad de público-masa: estos son aquellos que han dejado de ser hombres para convertirse en objetos fabricados en serie, peligrosos por su ignorancia.  Acepta la definición de Ortega: los individuos masa no se creen especialmente dotados. Saben que son vulgares. Afirman el derecho a la vulgaridad y lo imponen. Carecen de proyecto. Van a la deriva y no construyen nada, aunque tienen un gran potencial, un poder enorme. El hombre masa no es capaz de vivir su propio destino; se sabe sus derechos pero ignora sus deberes. Ortega establece en su Rebelión de las masas (1929) la estructura psicológica del hombre-masa: “1.º, una impresión nativa y radical de que la vida es fácil, sobrada, sin limitaciones trágicas; por tanto, cada individuo medio encuentra en sí una sensación de dominio y triunfo que, 2.º, le invita a afirmarse a sí mismo tal cual es, a dar por bueno y completo su haber moral e intelectual. Este comportamiento consigo le lleva a cerrarse para toda instancia exterior, a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás. Su sensación íntima de dominio le incita constantemente a ejercer predominio. Actuará, pues, como si sólo él y sus congéneres existieran en el mundo; por tanto, 3.º, intervendrá en todo imponiendo su vulgar opinión, sin miramientos, contemplaciones, trámites ni reservas, es decir, según un régimen de acción directa”. Es el hombre medio, no por ser multitudinario, sino porque es inerte, vulgar. La masa es el conjunto de individuos sin identidad propia tomados como un todo. De ahí el grito de Zarathustra: “¡Para incitar a muchos a apartarse del rebaño, para eso he venido!” El hombre-masa, fruto de la técnica y de la democracia liberal, es aquel que se desindividualiza y pierde su unicidad. Aquel que desea dejar de ser individuo y disolverse en la colectividad. Tiene interés por perder la identidad personal. Quiere dejar de ser único y confundirse con el resto. No se valora a sí mismo. Y no se angustia al sentirse idéntico a los demás tras el proceso de serialización.

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